viernes, 28 de abril de 2017

Sobre la llamada "Ideología de género" en América Latina

Artículo: "El nuevo fantasma que recorre América Latina: La ideología de género" 

por Carla Díaz.

Un nuevo fantasma recorre los países de América Latina: se trata de la «ideología de género», un espectro que amenaza con destruir las familias, homosexualizar a niñas y niños, y prácticamente acabar con la civilización occidental, según grupos conservadores y cercanos a las iglesias católicas y evangélicas. 

Para este sector, se estaría acercando el Armagedón del género o un apocalipsis LGTBI que desolaría la región. Más allá de las mofas y la evidente ausencia de sustento científico de parte de los grupos que han formulado el concepto de «ideología de género», el verdadero peligro con esta campaña de desprestigio al enfoque de género, que pretende posicionarse exitosamente a nivel regional, es que nos seguimos jugando el lugar y el estatus de las mujeres en la sociedad. Sí, aún existe una gran mayoría que cree que las mujeres deberían estar en sus casas, cuidando, obedeciendo y siendo ajenas a los poderes políticos y económicos, y que la diversidad sexual puede existir siempre y cuando siga siendo una comunidad marginal con la posibilidad de ser desaparecida si altera el orden ya establecido. Eso es lo que se esconde tras la retórica de la «ideología de género»: una reivindicación de la misoginia, el machismo latinoamericano más rancio, la lesbohomotransfobia y el odio, que encuentran una voz en el discurso pastoral infiltrado hace años en los espacios laicos y civiles.

Los grupos detrás de la «ideología de género» intentan regresar a las mujeres al espacio privado a como dé lugar. Usan una interpretación determinista, ahistórica e incluso anticientífica de la biología que nos encierra en un destino fijo y casi determinado por una divinidad. Tras la ideología de género está el mensaje claro de que solo hay un modo de vivir en sociedad y es con una jerarquía de sexo-género donde las mujeres, los cuerpos feminizados y las disidencias sexuales se encuentran en el peldaño más bajo. Detrás de la estrategia discursiva de la ideología de género está la idea de que la desigualdad no solo es natural, sino que es también necesaria para las sociedades.

Ideología, esa mala palabra

Pero, ¿realmente existe una «ideología de género»? Si fuera así, ¿de dónde proviene y en qué consiste? Angélica Motta, investigadora de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, explica que la ideología es aquella visión del mundo desde donde se justifican y mantienen las relaciones de poder, por ejemplo, a través de la idea de una naturaleza única que justifica relaciones de subordinación.
«Decir que a las mujeres naturalmente les corresponde estar en la casa, cuidar a los hijos y ser madres, mientras que a los hombres les toca ser proveedores, tener el poder político y económico, y estar en lo público, es una concepción totalmente ideologizada, que perpetúa un sistema de poder», manifiesta.

Martín Jaime, investigador de la Pontificia Universidad Católica del Perú, afirma que la ideología puede entenderse como «los mecanismos y discursos que usan los grupos dominantes, sean económicos, políticos o culturales, para reproducir su hegemonía», y esto lo hacen mediante la naturalización de las relaciones de poder, es decir, colocarlas como hechos incuestionables que no tienen un inicio y, por lo tanto, tampoco tienen un fin.
Si existiera una «ideología de género», sería aquella que busca naturalizar roles y jerarquías sexuales y de género, y que fabrica discursos para naturalizar la desigualdad estructural entre hombres y mujeres. Y la que ha realizado ese arduo trabajo desde hace siglos ha sido la ideología pastoral, claros al decir que solo conciben un único modo de ser hombre o mujer, porque son sus dos únicas opciones posibles. «En la práctica, la ideología de género sería toda la parafernalia que un discurso puede elaborar para mantener a las mujeres, a las personas LGTBI o incluso a los hombres, en el lugar en el que siempre estuvieron», y perpetuar la discriminación y la violencia hacia los grupos menos favorecidos, comenta Jaime.

El género, la categoría temida

El género, como categoría de análisis de las Ciencias Sociales, visibiliza que en base a la diferencia sexual se construye una diferencia social y simbólica donde lo femenino y sus valores asociados están subordinados. Existe numerosa evidencia científica que demuestra que la manera de ser hombre y ser mujer, así como las relaciones que construyen entre sí, varían de una cultura a otra.
«El género está muy lejos de ser una ideología, todo lo contrario, esta categoría nos dice que las relaciones entre hombres y mujeres, y las maneras en las que se construyen la masculinidad y la feminidad son culturales e históricas, y no responden a una naturaleza única», añade Motta. Como categoría de análisis, el género es la base conceptual que nos permite ver las desigualdades entre hombres y mujeres y quienes escapan de este sistema binario, por ello, negar el enfoque de género es invisibilizar la existencia de una jerarquía sexual y la violencia estructural hacia las mujeres y personas LGTBIQ.
Sobre la disyuntiva de la naturaleza frente a la construcción social, Motta apunta que nuestros cuerpos son lo que son por sus trayectorias históricas, culturales, filogenéticas y generacionales, pero que los ambientes y las relaciones de poder en la que los cuerpos se mueven les dan forma y los constituyen. Muchas de las diferencias que se ensalzan como exclusivas de hombres y mujeres, se han consolidado a partir de estas trayectorias. «Con esto no niego la biología, sino que la biología, la historia y la cultura están completamente entrelazadas y nos conforman y configuran como entidades biológicas y sociales», señala.

¿Qué pasa en Latinoamérica?

En los últimos años, la «ideología de género» ha sido posicionada en coyunturas estratégicas y mediáticas en varios países de América Latina con un gran despliegue de dinero y poder político.
En Paraguay, la campaña conservadora logró retirar la palabra género de la nueva ley contra la violencia hacia las mujeres.
En Brasil, la «ideología de género» irrumpió en la agenda pública en2014 cuando grupos conservadores y fundamentalistas, quienes se encuentran organizados y representados en bancadas dentro del parlamento brasilero, cuestionaron el nuevo plan nacional de educación. El argumento que sostenían, nos cuenta Veronica Ferreira, investigadora de SOS Corpo-Instituto para la Democracia en Brasil, fue que su contenido sobre género y libertad sexual convertiría en homosexuales a los estudiantes. En 2016, durante el proceso de destitución de Dilma Rouseff, el aparato político del conservadurismo la acusó de estar en contra de la familia tradicional y de tener un gobierno defensor de la homosexualidad. Actualmente, los sectores conservadores impulsan un proyecto de ley que denominan «Escuelas sin partido», mecanismo legal con el que se busca censurar los textos escolares que contengan enfoques críticos sobre la sociedad y prohibir que los maestros traten temas referidos al género o la educación sexual.
En Colombia, el triunfo del No en el plebiscito sobre el Acuerdo de Paz entre el gobierno y las FARC se debió, en gran medida, a la intensa campaña de desprestigio que afirmaba que este documento «tenía encriptada la ideología de género» y a los grupos evangélicos cuyos votos representaron aproximadamente 2 millones del total, nos comenta Ana Cristina González, médica e investigadora colombiana. La campaña, promovida por el partido Centro Democrático, el ex presidente Álvaro Uribe, el Partido Liberal, el ex procurador general Alejandro Ordoñez, y líderes de iglesias evangélicas, supo movilizar los temores y prejuicios de la población al afirmar que en el acuerdo final se promovía la homosexualidad y el aborto.
En Perú, la campaña se posicionó masivamente con los cuestionamientos a la implementación del nuevo Currículo Nacional de Educación que se impartirá progresivamente desde marzo de este año en el nivel primario de colegios públicos. El tema causó revuelo cuando se usó como una de las causas para interpelar al entonces ministro de Educación, Jaime Saavedra, ya cuestionado por problemas técnicos en la organización de los Juegos Panamericanos.
El partido con mayoría congresal, Fuerza Popular, aprovechó el momento político para entorpecer al Ejecutivo y responder a su alianza con los grupos religiosos y fundamentalistas católicos y evangélicos. La nueva ministra de Educación, Marilú Martens, ha iniciado un proceso de diálogo e intercambio con pastores evangélicos y diferentes sectores de sociedad civil para explicar los enfoques transversales al currículo, como el de género, pero ha sido clara al precisar que no existe una «ideología de género» y no sacarán la categoría género del documento.
Por ello persiste una millonaria campaña comunicacional y de movilización contra el currículo denominada «Con mis hijos no te metas», donde los sectores conservadores evangélicos reivindican su derecho a educar a sus hijos/as en su moral cristiana y confesional, sin interferencia del Estado al momento de deconstruir prejuicios. Desde fines del 2016, ellos se han movilizado en plantones y marchas en los principales intercambios viales del país.
En este panorama de arremetida conservadora, es vital la articulación regional, compartir experiencias entre los países de América Latina, retomar la radicalidad crítica y transformadora de los movimientos feministas hacia las instituciones, y repolitizar conceptos en disputa como familia, matrimonio e igualdad, en el marco de una democratización radical que nazca desde lo cotidiano y lo privado.
Extraído de la Revista Digital Bravas N°1 Marzo 2017